martes, 25 de noviembre de 2014

DIOSES SUMERIOS SIMILITUDES CON LOS EGIPCIOS


Después del gran Diluvio, mientras el dios sumerio Ninurta se ocupaba de hacer represas en las montañas que rodean Mesopotamia y de drenar sus llanuras, el dios Enki volvió a África para evaluar los daños que el Diluvio había causado allí. Al final, el dios Enlil y sus descendientes terminaron controlando todas las zonas altas desde el sudeste (Elam, se le confió a la diosa Inanna/Ishtar) hasta el noroeste (los Montes Tauro y Asia Menor, que se le dieron al dios Ishkur/Adad), con las tierras altas que forman un arco entre ellas, que se le dieron a Ninurta, en el sur, y a Nannar/Sin, en el norte. El mismo Enlil conservó la posición central, controlando el antiguo E.DIN, y el lugar de aterrizaje en la Montaña de los Cedros (en Líbano) se puso bajo el mando del dios Utu/Shamash. ¿Adonde fueron entonces Enki y sus seguidores? Cuando Enki inspeccionó África se le hizo evidente que el Abzu sólo -la parte sur del continente africano – no era suficiente. Si la «abundancia» en Mesopotamia se basó en el cultivo de ribera, lo mismo tenía que hacerse en África, de manera que puso su atención, sus conocimientos y sus dotes organizativas en la recuperación del Valle del Nilo.
Los egipcios sostenían que sus grandes dioses habían llegado a Egipto desde Ur (que significa «el lugar de antaño»). Según Manetón, el reinado de Ptah sobre las tierras del Nilo comenzó 17.900 años antes que Menes, es decir, hacia el 21.000 a.C. Nueve mil años más tarde, Ptah entregó los dominios de Egipto a su hijo Ra. Pero el reinado de éste se interrumpió súbitamente después de unos 1.000 años, es decir, hacia el 11.000 a.C. Fue entonces, según los cálculos de Zecharia Sitchin, cuando tuvo lugar el Diluvio. Los egipcios creían que, después, Ptah volvió a Egipto para llevar a cabo grandes obras de recuperación de tierras y, literalmente, de elevación de éstas desde debajo de las aguas. Existen textos sumerios en donde se atestigua también que Enki fue a las tierras de Meluhha (Etiopía/Nubia) y Magan (Egipto) para hacerlas habitables para el hombre y los animales: “Fue al País de Meluhha; Enki, señor del Abzu, decreta su destino: Tierra negra, que tus árboles sean grandes, que sean árboles de las Tierras Altas. Que tus palacios reales se llenen de tronos. Que tus juncos sean grandes, que sean juncos de las Tierras Altas…Que tus toros sean grandes, que sean toros de las Tierras Altas… Que tu plata sea como oro, que tu cobre sea estaño y bronce… Que tu pueblo se multiplique; que tu héroe salga como un toro…”.
Las crónicas sumerias, que relacionan a Enki con las tierras africanas del Nilo, resultan importantes porque corroboran los relatos egipcios con relatos mesopotámicos, y porque vinculan a los dioses sumerios, especialmente Enki,  con los dioses de Egipto. Se cree que el dios egipcio Ptah no es otro que el dios sumerio EnkiTras hacer habitables de nuevo las tierras, Enki dividió el continente africano entre sus seis hijos. El dominio más meridional se lo volvió a conceder a NER.GAL («Gran Vigilante») y a su esposa Ereshkigal. Un poco más al norte, en las regiones mineras, se instaló GIBIL («El del Fuego»), a quien su padre enseñó los secretos de la metalurgia. ANIN.A.GAL («Príncipe de las Grandes Aguas») se le dio, como su nombre indica, la región de los grandes lagos y las fuentes del Nilo. Aún más al norte, en los pastos mesetarios del Sudán, reinó el hijo menor, DUMU.ZI («Hijo Que Es Vida»), cuyo apodo era «El Apacentador». Entre los expertos se discute aún la identidad de otro de los hijos de Enki. Pero no hay duda de que el sexto hijo -en realidad el primogénito de Enki y su heredero legal- fue MAR.DUK («Hijo del Montículo Puro»). Debido a que uno de sus cincuenta epítetos fue ASAR, que suena similar al egipcio As-Sar Osiris» en griego), algunos expertos han especulado con la idea de que Marduk y Osiris fueran uno y el mismo dios. Pero estos epítetos (como «Todopoderoso» o «Impresionante») se les aplicaban a diversas deidades, y el significado de Asar, «Todo lo Ve», fue también el nombre-epíteto del dios asirio Assur.
De hecho, se han encontrado más similitudes entre el dios babilonio Marduk y el dios egipcio Ra. El primero era hijo de Enki, el segundo era hijo de Ptah, siendo ambos, Enki y Ptah, según se cree, uno y el mismo dios; mientras que Osiris era el bisnieto de Ra y, por tanto, de una generación muy posterior a la de Ra o Marduk. De hecho, en los textos sumerios se han encontrado evidencias dispersas, pero insistentes, que apoyan la idea de que el dios al que los egipcios llamaban Ra y el dios al que los mesopotámicos llamaban Marduk eran una y la misma deidad. Así, un himno auto-laudatorio a Marduk declara que uno de sus epítetos era «El dios IM.KUR. GAR RA» -«Ra Quien Junto al País Montañoso Habita». Además, existen evidencias textuales de que los sumerios eran conscientes de que el nombre egipcio de la deidad era Ra. Hubo sumerios cuyos nombres personales incluían el nombre divino de RA; y en tablillas del tiempo de la III Dinastía de Ur se menciona «Dingir Ra» y su templo E.Dingir.Ra. Más tarde, tras la caída de esta dinastía, cuando Marduk logró la supremacía en su ciudad favorita, Babilonia, su nombre sumerio KA.DINGIR («Puerta de los Dioses») se cambió por KA.DINGIR.RA -«Puerta de los Dioses de Ra»). Ciertamente, el ascenso de Marduk hasta su encumbramiento tuvo sus inicios en Egipto, donde su monumento más conocido -la Gran Pirámide de Gizeh- jugó un papel crucial en su turbulenta carrera. Pero el Gran Dios de Egipto, Marduk/Ra, anhelaba gobernar toda la Tierra, y hacerlo desde el antiguo «Ombligo de la Tierra» en Mesopotamia. Esta ambición fue la que le llevó a abdicar el trono divino de Egipto en favor de sus hijos y nietos. No se imaginaba que esto iba a llevar a dos Guerras de las Pirámides y casi a su muerte.

«Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet… estos fueron los tres hijos de Noé de los cuales se pobló toda la Tierra». Así, al relato bíblico del Diluvio le sigue el recital de la Tabla de las Naciones (Génesis), un documento singular del cual dudaron los expertos en un principio, debido a que en él había una relación de naciones desconocidas. Más tarde, se analizó críticamente y, por último, después de un siglo y medio de descubrimientos arqueológicos, provocó la sorpresa por su precisión. Es un documento que conserva gran cantidad de información histórica, geográfica y política en lo referente a la elevación de una exigua humanidad que, desde el lodo y la desolación que siguió al Diluvio, llegó a levantar civilizaciones e imperios. Dejando para el final al importantísimo linaje de Sem, la Tabla de las Naciones comienza con los descendientes de Jafet El Hermoso»): «Y los hijos de Jafet: Gomer, Magog y Madai, Yaván, Túbal, Mések y Tiras. Y los hijos de Gomer: Askanaz, Rifat y Togarmá; los hijos de Yaván: Elisa, Tarsis, los Kittim y los Dodanim. De ellos surgieron las naciones isleñas». Mientras que las últimas generaciones se difundieron, pues, por las regiones costeras y las islas, lo que pasó desapercibido fue que las primeras siete naciones/hijos se corresponden con las tierras altas de las regiones de Asia Menor, el Mar Negro y el Mar Caspio, zonas que fueron habitables poco después del Diluvio, a diferencia de las bajas regiones costeras y las islas, que no se pudieron habitar hasta mucho después.
La llamada tabla de las naciones hallará su continuidad en la genealogía que nos conduce a Abraham. Al analizar dicha tabla, debemos notar que no todos los nombres corresponden exclusivamente a individuos. Algunos son indicativos de tribus o pueblos, hecho que vuelve a aparecer repetidas veces en el Antiguo Testamento: Jacob (o Israel), Edom, Moab, etc., son nombres de individuos y de naciones. Probablemente algunos se refieren sólo a pueblos, como parece desprenderse de la forma plural o dual de los mismos (Kittim, Dodanim, Mizraim), mientras que otros pueden incluir a personas y a ciudades (Assur y Sidón). El catálogo no es completo ni pretende serlo. Su finalidad es mostrar que la nueva humanidad desciende de los hijos de Noé y que, por consiguiente, constituye una inmensa familia que ha ido creciendo y diversificándose. Si algún concepto se destaca en este pasaje es el de universalidad. Esta lista de pueblos debe examinarse teniendo en cuenta no sólo su origen común, sino también su destino, pues a todos los pueblos y naciones llegaría la oferta de salvación mediante el Evangelio. En palabras de Delitzch: “La idea del pueblo de Dios implica que se ha de mirar a todas las naciones como participantes futuras de la misma salvación, y que han de ser abrazadas con un interés de amor esperanzado, hasta entonces inaudito en el mundo antiguo“.


Mediante la Tabla de las Naciones, en el Génesis, se puedan exponer los orígenes, relaciones y pautas de dispersión de estas líneas raciales.  Vamos a detenernos un poco a analizar la importancia de esta Tabla.  Parece que los hijos de Jafet son la población de Europa y de parte del norte de la India. Y para los que estén persuadidos de que la Tabla de las Naciones es inclusiva, las razas de color deben lógicamente quedar incluidas, y en alguna parte de la misma encontraremos a los antecesores de los grupos humanos designados como negros, cobrizos y amarillos.  La cuestión es si esta clase de inclusión queda demostrada en las palabras del versículo 32: «de éstos se esparcieron las naciones en la tierra después del diluvio». La distribución geográfica de los restos fósiles muestra una amplia y en parte forzada dispersión de pueblos procedentes de una sola población en crecimiento,  establecida en un punto más o menos central, enviando oleadas sucesivas de migraciones, donde cada una de estas oleadas impulsaba a la anterior hacia la periferia. La extraordinaria variabilidad física muestra que formaban parte de pequeños grupos humanos aislados y muy consanguíneos; mientras que las semejanzas culturales que vinculan a incluso los más dispersos de entre ellos indican un origen común de todos. Lo que es cierto del hombre fósil es igualmente cierto de las sociedades primitivas extintas y presentes. Todas estas poblaciones inicialmente dispersadas proceden de un grupo básico: la familia camita (descendientes de Cam).
Fueron posteriormente desplazadas por indoeuropeos (los jafetitas, descendientes de Jafet), que sin embargo adoptaron su tecnología, sobre la que se desarrollaron, y así consiguieron ventaja en cada área geográfica en la que se extendieron. A lo largo de estos desplazamientos, tanto en tiempos prehistóricos como históricos, nunca hubo seres humanos que no pertenecieran a la familia de Noé y sus descendientes. A cualquiera que haya estudiado la historia de forma amplia y profunda, sirven a un propósito similar al de los mapas para los que han viajado amplia y profundamente por un país. El historiador examina las genealogías como el viajero examina sus mapas. Las unas y los otros proporcionan conocimientos de relaciones y una especie de marco estructural. Como observó Kalisch, «La más antigua historiografía se compone casi totalmente de genealogías; con la mayor frecuencia constituyen el medio para explicar la relación y el linaje de tribus y naciones», con la inserción, donde sea apropiado, de breves notas históricas como las que tienen que ver con Nimrod y Peleg. También los mapas tienen estas pequeñas «notas». Aunque las genealogías de la Biblia suelen ser tratadas con mucho menos respeto que las secciones más estrictamente narrativas, son sin embargo dignas de un cuidadoso estudio, y se verá que proporcionan inesperadas «claves para la Sagrada Escritura». Y la Tabla de las Naciones no es una excepción.


Para exponer dos opiniones representativas de entre las filas de académicos muy liberales de hace medio siglo, podemos citar a Driver, que escribió: ”Así, es evidente que la Tabla de las Naciones no contiene ninguna clasificación científica de las razas de la humanidad. Y no solo esto, sino que no ofrece ningún relato históricamente cierto del origen de las razas de la humanidad”. Y en contraste a esto, tenemos la opinión del profesor Kautzsch de Halle que escribió:”La llamada Tabla de las Naciones permanece, según todos los resultados de las exploraciones de los monumentos, como un documento etnográfico original de primera categoría e insustituible”. Hay poco desacuerdo acerca del hecho fundamental de que todos los hombres, sin excepción, deben ser seguidos en último término hasta Adán. La suposición que se puede hacer es que el resto de la Tabla resultaría ser igualmente iluminadora de la historia etnológica, si tuviésemos disponible la misma cantidad de información detallada acerca de la identidad de los nombres que aparecen que la que tenemos de la familia de Jafet. Tenemos la evidencia procedente de la literatura coetánea que apoya que todos los pueblos del mundo derivan de la familia de Noé, por lo que allí donde encontramos grupos humanos, tienen que haber emigrado en último término del lugar de donde se dice que el Arca se posó en tierra, y que esta presuposición se debe aplicar igualmente al hombre histórico que al prehistórico. En otras palabras, aquí tenemos la Cuna de la Humanidad y el punto focal de toda la posterior dispersión de todos aquellos que pertenecen a la especie Homo sapiens.
La Tabla de las Naciones es un documento singular y de un incalculable valor que hace una afirmación justificable de inclusión de toda la raza humana, y que nos proporciona atisbos de las relaciones de los grupos humanos más tempranos conocidos, y que nos serían totalmente desconocidas si careciésemos de la Tabla. S. R. Driver,  en su comentario sobre Génesis, dice: “El propósito de esta Tabla es en parte el de exponer cómo los hebreos suponían que las principales naciones que conocían se relacionaban entre sí, y en parte el de asignar a Israel, de forma particular, su lugar entre ellas ..Los nombres no deben tomarse en ningún caso como si fuesen los de personas reales ..El verdadero origen de las naciones que se enumeran aquí, que pertenecen en muchos casos a tipos raciales totalmente diferentes —semitas, arios, hititas, egipcios— tiene que remontarse a eras prehistóricas remotas de las que podemos tener la seguridad de que no se podrían haber preservado ni los más débiles recuerdos para el tiempo en que se escribió este capítulo. Las naciones y las tribus existían: y posteriormente se propusieron antecesores imaginarios con el propósito de exhibir de forma gráfica las relaciones que se les suponía entre ellas”.
Un ejemplo es el que nos dan los antiguos griegos. El nombre general de los griegos era helenos y sus principales subdivisiones eran los dorios, los eolios, los jonios y los aqueos; y con ello los griegos remontaban su linaje hasta un antecesor, Heleno, que tuvo tres hijos, Doro y Eolo, los supuestos antecesores de los dorios y de los eolios, y Juto, que tuvo dos hijos, Ión y Aqueo, de quienes se supone que descendieron los jonios y los aqueos, respectivamente. Los nombres de los progenitores son de gran importancia para cualquier pueblo que tenga poca o ninguna historia escrita, porque estos nombres son los puntos de amarre sobre los que fijan los grandes acontecimientos de su pasado. Es muy difícil concebir el registro de Génesis, que conduce el hilo de la historia desde Adán hasta las épocas dotadas de documentos monumentales, sin alguna especie de Tabla para exponer lo sucedido con la familia de Noé, y cómo se llegó a poblar el resto del mundo después del diluvio, además del Medio Oriente. Así, la Tabla pasa a formar una parte esencial de la Escritura para establecer el hecho de que todos los hombres son de una sola sangre, descendencia del primer Adán.
La Tabla da una visión global de lo sucedido al expandirse la población por el mundo. Une toda la raza humana en una sola familia sin dar la menor sugerencia de que ninguna rama particular de esta familia tenga preeminencia sobre otra. Sobre la Tabla, Dillmann dijo: “Egipcios y fenicios, asirios y babilonios, e incluso los indios y persas, tenían una cierta medida de conocimiento geográfico y etnológico antes que comenzase una investigación más estrictamente científica entre los pueblos clásicos. De algunos de estos, como los egipcios, asirios, babilonios y persas, nos han llegado exploraciones o enumeraciones de los pueblos que les eran conocidos, e intentos de elaboración de mapas, en los memoriales escritos que han dejado en pos de ellos. Pero, como regla, por lo general no se presentaba mucha atención a los extranjeros, a no ser que hubiera intereses nacionales y comerciales en juego. A menudo se les despreciaba como meros bárbaros, y en ningún caso se les incluía con las naciones más cultas en una unidad superior”. Si el escritor del décimo capítulo de Génesis era hebreo, es probable que en su caso los cananeos fuesen una subdivisión particularmente degradada de la raza humana. Tenemos una analogía en la posición que los Nazis atribuyeron al pueblo judío. Para muchos alemanes de la era Nazi, los judíos no eran realmente seres humanos. Por ello, es tanto más de resaltar que en esta Tabla de las Naciones los cananeos reciben una posición en el linaje del hombre junto a los descendientes de Eber, entre los que se encuentra el pueblo judío.
Kalisch observa que incluso la maldición sobre Canaán parece haber quedado olvidada. Al contrario, no hay ninguna otra tribu enumerada con un mayor detalle que la de Canaán. Entre los pueblos más primitivos existe el hábito de referirse a sí mismos (en su propia lengua, naturalmente) como «verdaderos hombres», y de referirse a todos los demás mediante algún término que claramente les niega el derecho a la condición humana. Así, los Naskapi se designan a sí mismos «Neneot», que significa «personas de verdad». Los Chukchee dicen que su nombre significa «hombres reales». Los hotentotes se llaman «Joi-Joi», que significa «hombres hombres». Los yaganes de la Tierra del Fuego dicen que su nombre significa «hombres por excelencia». Los andamanes, pueblo que parece carecer incluso de los rudimentos de una ley, se refieren a sí mismos como los «Ong», que significa «Hombres». Todos estos grupos humanos se reservan estos términos solo para sí mismos. Cuando cualquier pueblo alcanza una etapa de desarrollo intelectual en la que concibe claramente que todos los hombres están relacionados de tal modo que les asegura la igualdad como seres humanos, entonces asume una cultura elevada, aunque los mecanismos de su civilización puedan dar la apariencia de una etapa baja de desarrollo. A partir de esto deberíamos inferir lógicamente que el escritor de Génesis era una persona con una elevada cultura.
Un aspecto adicional del tono de esta Tabla es la modestia de sus afirmaciones cronológicas. En tanto que los babilonios y los egipcios extienden sus genealogías hasta extremos absolutamente increíbles, ocupando en algunos casos cientos de miles de años, en Génesis 10 no aparecen estas pretensiones. La impresión que se tiene al leer este capítulo es que la expansión de la población fue bien rápida. Desde luego, todo resulta muy razonable. Este rasgo de la Tabla lo expone Taylor Lewis, que observa: “¿Cómo llegó esta cronología hebrea a presentar un ejemplo tal de modestia en comparación con las desorbitadas pretensiones de antigüedad hechas por todas las demás naciones? Sin duda alguna, los judíos tenían, como hombres, un orgullo nacional parecido, lo que les habría llevado a exagerar su edad sobre la tierra, y a darse miles y decenas de miles de años. ¿A qué se debe que esta nación cuyos registros se remontan a la mayor antigüedad es la que da la cuenta más baja de todas?”. La única respuesta es que mientras que otras naciones fueron abandonadas a sus imaginaciones sin freno, esta nación de Israel quedó bajo una conducción providencial en esta cuestión. Según Leupold: “Ninguna nación de la antigüedad tiene nada que ofrecer que tenga un paralelismo real con esta Tabla de las Naciones. Las listas babilonia y egipcia que parecen paralelas son meramente unos registros de naciones vencidas en guerra. Consiguientemente, el espíritu que impulsó la elaboración de estas listas es el completamente contrario al que aparece en la lista bíblica”.


El propósito del documento que estamos considerando es no tanto el de llamar la atención mediante estos nombres a tres personas individuales (Sem, Cam, Jafet) y distinguirlos entre sí, como observar las características de las tres razas y de sus respectivas tendencias naturales. En la actualidad es costumbre dividir la población del mundo en tres líneas raciales: los caucásicos (esencialmente, el hombre blanco), los negroides y los mongoloides. Es sumamente difícil definir de forma eficaz las características distintivas de cualquiera de estas tres, aunque pudiera parecer de otro modo. Los negroides se suponen negros, pero los aborígenes australianos no son negroides, aunque son igual de negros. El cabello negro lacio, los ojos castaños «inclinados», el pliegue epicántico y otros rasgos comúnmente aceptados como característicamente mongoloides, se pueden observar con frecuencia en personas clasificadas como caucásicas. Aunque todo el mundo cree que es fácil distinguir entre los tres grupos, es prácticamente imposible escribir una descripción a toda prueba que delimite la pertenencia de qué tribu o nación dentro de qué grupo.
En esta Tabla nos encontramos una vez más con tres grupos humanos, los descendientes de Sem, Cam y Jafet. Pero estos tres grupos no se corresponden con la actual clasificación de las razas, porque en esta Tabla se hace evidente que los negroides y los mongoloides quedan clasificados como una familia, y que la trilogía queda reconstituida al establecer a los pueblos semitas como una clase en sí misma. De modo que tenemos a los jafetitas, que para nuestros propósitos pueden ser identificados fácilmente con los caucásicos, indoeuropeos u hombre blanco; los camitas, que incluyen las ramas negroide y mongoloide, esto es, las llamadas razas de color; y los semitas, que comprenden tanto el pueblo hebreo (antiguo y moderno) como los árabes y unas pocas naciones que fueron poderosas en el pasado, como los asirios y babilonios. La humanidad, considerada tanto a nivel de individuos como a nivel de especie Homo sapiens, tiene una constitución que busca satisfacción en lo físico, en lo intelectual y en lo espiritual. Una exploración de la historia con este pensamiento, aplicado a naciones o a razas y no a individuos, revela que los jafetitas han originado los grandes sistemas filosóficos; los pueblos semitas los grandes sistemas religiosos, y los camitas han proporcionado al mundo la base de cada avance tecnológico.
Cuando la inclinación a la filosofía, que se originó con los griegos y arios y que fue sucesivamente elaborada por el hombre occidental, se unió finalmente al genio técnico de los pueblos camitas en África, Asia y el Nuevo Mundo, surgió el moderno fenómeno de la Ciencia, unión que fructificó prodigiosamente. Sin la contribución de Jafet, la contribución de Cam se estancaba en el mismo momento en que los problemas prácticos inmediatos de supervivencia quedaban resueltos de manera suficiente. Esta clase de estancamiento puede ilustrarse con la historia de algunas de las grandes naciones de la antigüedad, como los egipcios. La morada de Jafet en las tiendas de Sem, es decir, la ocupación por parte de Jafet de una posición que originalmente pertenecía a Sem; el quitar un reino a este último para darlo al primero, todas estas frases bíblicas asumen un nuevo sentido. En breve, Génesis 10, al dividir a toda la raza en tres familias de una forma que no se ajusta a los conceptos modernos de agrupamientos raciales, no queda por ello desacreditado, sino que resulta fundamentado en un conocimiento mucho más claro del marco histórico.
La división de la humanidad en tres familias básicas no se derivó de tradiciones que mantuviesen las naciones vecinas de Israel o dentro de su ámbito, porque estas naciones no poseían ninguna tradición en este sentido. Los egipcios se distinguían de los demás pueblos sobre la base del color, y clasificaban a los asiáticos como amarillos, a los libios como blancos, y a los negros como tales. Pero en esta Tabla de Naciones, los llamados pueblos de color no se distinguen entre sí (por ejemplo, los negros de los amarillos), sino que se clasifican dentro de un solo grupo familiar. Y aunque es cierto que el nombre de Cam, que significa «oscuro», puede tener referencia al color de la piel —igual que la palabra «Jafet» puede referirse a una persona de piel clara—, este principio no se mantiene de forma global, porque al menos algunos de los descendientes de Cam eran de piel clara. Según Dillmann, en tiempos antiguos existían etíopes de piel clara junto con los más conocidos etíopes de piel negra. No hay indicación alguna de que los hititas fuesen negros, y este es probablemente el caso de los descendientes de Sidón, etc. En cambio, los cananeos y los sumerios (ambos descendientes de Cam) se referían a sí mismos como hombres «de cabeza negra» —designación que parece tener que ver más probablemente con el color de la piel que el del pelo, porque de todos modos casi todos los pueblos de esta región tienen el cabello negro, y ello dejaría sin sentido una distinción por el color del cabello.



Los descendientes de Cam El Que es Caliente», o también «El de Tono Oscuro»), en primer lugar, «Kus, Misráyim, Put y Canaán», y después todo un ejército de naciones-estado, se corresponden con las naciones africanas de Nubia, Etiopía, Egipto y Libia, como núcleo central de la repoblación africana, comenzando de nuevo en las zonas topográficamente más elevadas, para difundirse más tarde por las tierras bajas. «Y Sem, padre de todos los que descienden de Héber, también tuvo descendientes; él era el hermano mayor de Jafet». Las primeras naciones-hijos de Sem fueron «Elam y Assur, Arpaksad, Lud y Aram», naciones-estado que cubrían las tierras altas del arco que va desde el Golfo Pérsico, por el sur, hasta el Mar Mediterráneo, por el noroeste, bordeando la gran Región-Entre-los-Ríos, que aún no era habitable. A estas tierras se les podría llamar tierras de la estación espacial. Mesopotamia, donde había estado la estación espacial de antes del Diluvio; la Montaña de los Cedros (Líbano), donde seguía funcionando el Lugar de Aterrizaje: el País de Salem, donde se estableció el Centro de Control de Misiones después del Diluvio; y la adyacente península del Sinaí, lugar de la futura estación espacial. El nombre del antepasado de todas estas naciones, Shem -que significa «Cámara Celeste»-resulta, así pues, bastante elocuente.
Esta división general de la humanidad en tres ramas, tal como se nos cuenta en la Biblia, no sólo estaba en función de la geografía y la topografía de las regiones por las que se distribuyó el hombre, sino también de la división de la Tierra entre los descendientes de Enlil y los descendientes de Enki. A Sem y a Jafet se les muestra en la Biblia como buenos hermanos, mientras que la actitud hacia el linaje de Cam -y especialmente de Canaán- es más bien la de un amargo recuerdo. En toda esta saga nos encontramos con relatos dignos de contar, relatos de dioses y hombres, y relatos de sus guerras… La leyenda de la división del mundo antiguo en tres ramas coincide también con lo que sabemos acerca del auge de las civilizaciones. Los expertos han reconocido que hubo un cambio abrupto en la cultura humana hacia el 11000 a.C, momento del Diluvio. Y han dado en llamar a esa era de domesticación,Mesolítico (Edad de Piedra Media). Hacia el 7400 a.C. -exactamente 3.600 años después- se ha reconocido otro avance repentino. Los expertos le han llamado Neolítico (Nueva Edad de Piedra), pero el rasgo principal fue el del cambio de la piedra por la arcilla, además de la aparición de la alfarería. Y después, «de repente e inexplicablemente», pero exactamente 3.600 años más tarde, tuvo lugar el florecimiento (hacia el 3800 a.C.) de la alta civilización de Sumer, en la llanura entre los ríos Tigris y Eufrates. A ésta, le siguió, hacia el 3100 a.C, la civilización del río Nilo; y hacia el 2800 a.C, hizo su aparición la tercera civilización de la antigüedad, la del río Indo. Estas fueron las tres regiones que se le asignaron a la humanidad. En ellas evolucionaron las naciones de Oriente Próximo, África e Indo-Europa, una división que se reflejó fielmente en la Tabla de las Naciones del Antiguo Testamento.
Éste fue, según las crónicas sumerias, el resultado de unas decisiones deliberadas de los anunnaki: “Los anunnaki que decretan los destinos, se sentaron a intercambiar impresiones en cuanto a la Tierra. Las cuatro regiones crearon”. Con estas sencillas palabras, reflejadas en varios textos sumerios, se decidió el destino de la Tierra y de sus habitantes después del Diluvio. A las tres civilizaciones de la humanidad se les asignaron tres regiones, reteniendo una cuarta los anunnaki para su propio uso. A ésta, se le dio el nombre de TIL.MUN, «Tierra de los Proyectiles», identificada con la península del Sinaí. Los descendientes de Sem, los «Moradores de las Arenas» de las escrituras egipcias, fueron los que podían residir en las zonas no prohibidas de la península. Pero, cuando llegó el momento de asignar el territorio a los anunnaki, surgieron profundas diferencias. Controlar el lugar del aeropuerto espacial postdiluviano era lo mismo que controlar las comunicaciones entre la Tierra y el planeta Nibiru.. De manera que, ante la reavivada rivalidad entre los clanes de Enlil y Enki, se buscó una autoridad neutral para la Tierra de los Proyectiles. La solución fue ingeniosa. Del mismo linaje que ellos era su hermana Sud. Como hija de Anu, tenía el título de NIN.MAH («Gran Dama»). Ella era una del grupo original de los Grandes Anunnaki que fueron los pioneros en la Tierra, uno de los miembros del famoso Panteón de Doce Dioses. Dio un hijo a Enlil, una hija a Enki, y la llamaban cariñosamente Mammi Madre de los Dioses»). También ayudó a crear al Homo Sapiens mediante manipulación genética. Con sus conocimientos médicos había salvado muchas vidas, y también se la conocía como NIN.TI («Dama de la Vida»). Pero nunca había tenido sus propios dominios, de manera que darle la península de Sinaí fue una idea a la que nadie se opuso.
La península del Sinaí es un lugar estéril, con altas montañas graníticas en el sur, una meseta montañosa en el centro y una llanura de duro suelo en el tercio norte, rodeada por bajas cadenas montañosas. Después, hay una franja de dunas de arena que se deslizan hasta la costa del Mediterráneo. Pero donde se puede retener el agua, como en los diversos oasis o lechos de río que se llenan durante las breves lluvias del invierno, manteniendo la humedad por debajo de la superficie, crece una lujuriosa vegetación de palmeras datileras y frutales, donde pastan los rebaños de ovejas y cabras. Esta región debió de estar tan prohibida hace milenios como lo está ahora. Pero, aunque se le hizo una morada en uno de los lugares reconstruidos de Mesopotamia, Sud decidió tomar posesión personalmente de aquella región montañosa. Aun con todos sus atributos de estatus y de conocimientos, ella siempre jugó un papel secundario. Cuando llegó a la Tierra, era joven y hermosa; ahora era vieja y la apodaban «La Vaca» a sus espaldas. De modo que, ya que le habían dado su propio dominio, decidió irse allí. Con orgullo, declaró: «¡Ahora soy Señora! ¡Permaneceré allí sola, reinando para siempre!». Sin poder disuadirla, Ninurta puso en práctica su experiencia en la construcción de represas y en la canalización del agua para hacer habitable la nueva región montañosa de su madre. Se nos habla de estas acciones en la Tablilla IXde «Las Hazañas y Proezas de Ninurta», cuando éste le dice a su madre: “Ya que tú, noble dama, habías ido sola a la Tierra de Desembarco, ya que a la Tierra Descorazonadora sin temor fuiste. Una presa levanté para ti, para que esta tierra pudiera tener una señora”.
Completando las obras de irrigación y llevando gente para que realizara las tareas requeridas, Ninurta le aseguró a su madre que tendría abundante vegetación, maderas y minerales en su morada de las montañas: “Sus valles serán verdes de vegetación, sus laderas producirán miel y vino para ti, producirán… árboles zabalum y madera de boj; sus bancales se adornarán con frutos como en un jardín; el Harsag (montaña prominente del Sinaí que emite brillo) te dará la fragancia de los dioses, te dará brillantes cursos de agua; sus minas te darán, como tributo, cobre y estaño; en sus montañas se multiplicará el ganado, grande y pequeño; El Harsag engendrará criaturas de cuatro patas”. Ciertamente, ésta es una descripción adecuada de la península del Sinaí: una tierra de minas, la principal fuente de cobre, turquesas y otros minerales en la antigüedad; fuente de madera de acacia, que se utilizaba para el mobiliario de los templos; un lugar verde donde se podía conseguir agua; un lugar donde pudieran pastar los rebaños. ¿Será casualidad que el principal río de invierno de la península se siga llamando Arish -«El Labrador»-, siendo éste (Urash) el apodo de Ninurta? Al hacerle un hogar a su madre en la región de picos graníticos del sur del Sinaí, Ninurta le dio un nuevo título: NIN.HAR.SAG («Dama de la Montaña Prominente»); y aquél fue el título por el que se llamaría a Sud a partir de entonces.
El término «montaña prominente» indica que aquél era el pico más alto de la región. Ésta es la montaña que conocemos en la actualidad como Monte Santa Catalina, un pico reverenciado desde la antigüedad, desde milenios antes de que se construyera el cercano monasterio. En sus proximidades, se eleva una montaña ligeramente más baja, la que los monjes llaman Monte Moisés, dando a entender que se trata del Monte Sinaí del Éxodo. Aunque resulta dudoso, sigue dándose el hecho de que los picos gemelos se tienen por sagrados desde la antigüedad, y Sichtin cree que esto se debe a que jugaron un papel de eje en la planificación del aeropuerto espacial postdiluviano y del corredor de aterrizaje que llevaba hasta él. Los nuevos planos siguieron los antiguos principios, y para comprender el grandioso diseño postdiluviano tendremos que recordar primero la forma en la que se desarrollaron el aeropuerto espacial y el corredor de aterrizaje antediluvianos. En aquel entonces, los anunnaki eligieron en primer lugar, como punto focal, los picos gemelos del Monte Ararat, el monte más alto del occidente de Asia y, por tanto, el punto de referencia natural más visible desde el cielo. Los siguientes rasgos naturales y visibles eran el río Eufrates y el Golfo Pérsico. Trazando una línea imaginaria norte-sur desde el Ararat, los anunnaki determinaron que el aeropuerto espacial estaría donde la línea corta el río. Después, en diagonal a éste desde la dirección del Golfo Pérsico, en un ángulo exacto de 45°, trazaron el curso de aproximación. Más tarde, establecerían sus poblaciones de forma que marcaran el corredor de aterrizaje, a ambos lados del curso de aproximación. En el punto central, se construyó Nippur como Centro de Control de Misiones. Todas las demás poblaciones eran equidistantes de él.
Las instalaciones espaciales postdiluvianas se planificaron sobre los mismos principios. El Monte Ararat siguió sirviendo como principal punto focal. Una línea de 45° señalaba el curso de aproximación, y una combinación de puntos de referencia artificiales esbozaba un corredor de aterrizaje en forma de flecha. Sin embargo, la diferencia estribaba en que, esta vez, los anunnaki tenían a su disposición una plataforma a la medida, la de la Montaña de los Cedros (Baalbek, en Líbano), y la incorporaron en la nueva rejilla de aterrizaje. Como antes del Diluvio, el doble pico del Ararat sirvió de nuevo como punto de referencia septentrional, anclando el corredor de aterrizaje y el curso de aproximación en su centro. La línea sur del corredor de aterrizaje conectaba el Ararat con el pico más alto de la península del Sinaí, el Harsag (Monte Santa Catalina), y su gemelo, el Monte Moisés. La línea norte del corredor de aterrizaje era la línea que se extendía desde el Ararat y, pasando por la plataforma de aterrizaje de Baalbek, proseguía hasta Egipto. Allí, el terreno era demasiado llano para ofrecer un punto de referencia natural, y fue por este motivo por lo que se supone que los anunnaki construyeron los picos gemelos artificiales de las dos grandes pirámides de Gizeh. Pero, ¿dónde había que erigir estos picos gemelos artificiales?
Aquí entra en juego una línea imaginaria este-oeste, que los anunnaki concibieron arbitrariamente en sus ciencias espaciales. Ellos dividieron arbitrariamente los cielos que circundan la Tierra en tres bandas o «caminos». El septentrional fue el «Camino de Enlil», el meridional era el «Camino de Enki», y el central era el «Camino de Anu». Como separación, estaban las líneas que conocemos como paralelo 30 norte y paralelo 30 sur. El paralelo 30 norte parece haber sido particularmente importante -«sagrado». Las ciudades santas, desde la antigüedad, desde Egipto hasta el Tíbet, se han situado curiosamente sobre él. Se eligió este paralelo como la línea sobre la cual (en la intersección con la línea Ararat-Baalbek) construir las grandes pirámides; y también como la línea que indicaría, en la llanura central del Sinaí, el lugar del aeropuerto espacial. Una línea, en la mitad exacta del corredor de aterrizaje, el curso de aproximación,  que tenía que llevar a la situación exacta del aeropuerto espacial en el paralelo 30. Sitchin cree que así es como se estableció la rejilla de aterrizaje y se marcó el lugar del aeropuerto espacial, y que así es como se estableció la localización de las grandes pirámides de Gizeh.


Al sugerir que las grandes pirámides de Gizeh no fueron construidas por los faraones sino, milenios antes, por los anunnaki, es evidente que se están contradiciendo las teorías oficiales sobre estos monumentos. La teoría de los egiptólogos del siglo XIX, que sostenía que las pirámides de Egipto, incluidas las tres singulares pirámides de Gizeh, fueron erigidas por una sucesión de faraones para que les sirvieran de tumbas, hace tiempo que fue refutada. En ninguna de ellas se han encontrado los cuerpos de los faraones que, supuestamente, las habían construido. Así, se suponía que la Gran Pirámide de Gizeh la había construido Khufu (Keops), que la pirámide gemela la había hecho un sucesor llamado Chefra (Kefrén), y que la tercera y más pequeña la había construido un tercer sucesor, Menkara (Micerino), todos ellos reyes de la VI Dinastía. Keops, Jufu (en egipcio antiguo) o Jéops, fue el segundo faraón de la cuarta dinastía, perteneciente al Imperio Antiguo de Egipto. Reinó de ca. 2579 a. C. a 2556 a. C. En la Lista Real de Abidos y la Lista Real de Saqqara se le denomina Jufu. Llamado Keops por Heródoto, y Sufis por Manetón, Julio Africano, Eusebio de Cesarea y Sincelo. Se han encontrado cartuchos dibujados en la Gran Pirámide de Guiza con su nombre Jufu y el que pudiera ser su epíteto: Jnum-Jufu, «el dios Jnum me protege».
El Canon de Turín da 23 años de reinado, aunque su nombre es ilegible. Heródoto comentó que gobernó 50 años. Según Manetón, Sufis reinó 63 años (lo cual también se comenta en los escritos de Julio Africano y en la versión de Sincelo). Los mismos egiptólogos sugerían que la Esfinge debió ser construida por Kefrén, debido a que estaba situada junto a la calzada que lleva a la segunda pirámide. Por un tiempo se creyó que se había encontrado la prueba en la más pequeña de las tres pirámides de Gizeh, y la identidad del faraón que la había construido quedó establecida. El mérito de esto se atribuyó al coronel Howard Vyse y a sus dos ayudantes, que afirmaban haber descubierto dentro de la pirámide el ataúd y los restos momificados del faraón Menkara. Sin embargo, el hecho, sabido por los expertos desde hace algún tiempo pero, por algún motivo, poco publicitado,  es que ni el ataúd de madera ni los restos eran auténticos. Alguien, seguramente el propio coronel Vyse, llevo a la pirámide un ataúd de alrededor de 2.000 años después de que viviera Menkara, así como unos restos humanos de época cristiana, y los puso juntos para montar un vergonzoso fraude arqueológico.
Las teorías actuales en lo referente a los constructores de las pirámides se basan en gran medida en el descubrimiento del nombre de Khufu inscrito en jeroglíficos dentro de un compartimento de la Gran Pirámide sellado desde antiguo y, así, aparentemente veraz. Lo que ha pasado inadvertido es que el descubridor de esa inscripción fue el mismo coronel Vyse junto con sus ayudantes, en 1837. En Escalera al Cielo, Sitchinha reunido evidencias sustanciales que demuestran que esa inscripción fue una falsificación perpetrada por sus descubridores.  Sitchin también ha demostrado que Khufu no pudo ser el constructor de la Gran Pirámide porque él mismo, en una estela que erigió cerca de las pirámides, decía que existía ya en sus tiempos; incluso la Esfinge, erigida supuestamente por un sucesor de Khufu, es mencionada en la inscripción. Y ahora nos hemos encontrado con que existen evidencias pictóricas de la época de la 1ª Dinastía de faraones, mucho antes de Khufu y de sus sucesores, en donde se demuestra conclusivamente que aquellos reyes primitivos ya conocían las maravillas de Gizeh. Podemos ver con toda claridad a la Esfinge, tanto en las representaciones del viaje del rey a la Otra Vida como en la escena de su investidura a manos de los «Antiguos» que llegaron a Egipto en barco. También presenta como evidencia la conocida tablilla de la victoria del primer faraón, Menes, que representa su unificación de Egipto. Por una parte, se le ve llevando la corona blanca del Alto Egipto, derrotando a sus jefes y conquistando sus ciudades. Por la otra, la tablilla le muestra con la corona roja del Bajo Egipto, avanzando por sus regiones y decapitando a sus jefes. A la derecha de su cabeza, el artista escribió el epíteto «Nar-Mer» al que se hizo acreedor el rey; a la izquierda, la tablilla representa la estructura más importante de los territorios recién conquistados: ¡la pirámide!
Todos los expertos coinciden en que la tablilla representa realmente los lugares, las fortificaciones y los enemigos con que se encontró Menes en su campaña de unificación del Alto y el Bajo Egipto. Sin embargo, el símbolo de la pirámide es el único que parece haber escapado a tan cuidadosa interpretación. Este símbolo, como todos los demás de la tablilla, se dibujó e incluyó de forma tan prominente en la parte del Bajo Egipto porque esa estructura ya existía en aquellos tiempos. Todo el complejo de Gizeh -pirámides y Esfinge- existía ya, por tanto, cuando se estableció la realeza en Egipto Y sus constructores no pudieron haber sido los faraones de la VI Dinastía. El resto de pirámides de Egipto, más pequeñas y primitivas en comparación con éstas y que se desmoronaron en algunos casos incluso antes de ser acabadas, sí que fueron construidas por varios faraones; pero no como tumbas sino como una emulación de los dioses. Pues en la antigüedad se sostenía y se creía que las pirámides de Gizeh y la Esfinge que las acompaña señalaban el camino hacia el aeropuerto espacial, que se encontraba en la península del Sinaí. Al construir pirámides para poder viajar a la Otra Vida, los faraones las adornaban con los símbolos correspondientes, con ilustraciones del viaje, y en varios casos cubrieron las paredes también con citas de El Libro de los Muertos. Las tres pirámides de Gizeh, únicas tanto por su construcción exterior e interior, así como por su tamaño e increíble conservación, se diferenciaban también en que en su interior no había ningún tipo de inscripción ni de decoración. Son estructuras austeras y funcionales que se elevan en la llanura como balizas gemelas, no para servir a los hombres sino a aquéllos «que del Cielo a la Tierra vinieron».
Sitchin sostiene que la primera de las pirámides de Gizeh en ser construida fue la tercera, para servir de modelo a escala. Y, después, conservando la preferencia por los puntos focales con dos picos, se erigieron las dos pirámides grandes. Aunque la segunda pirámide es más pequeña que la Gran Pirámide, parece ser de la misma altura; esto se debe a que se construyó sobre un terreno algo más elevado, de modo que, para que alcanzara la misma altura, no tenía que ser tan grande como la primera. Aparte de su incomparable tamaño, la Gran Pirámide es única también en que, además del pasadizo descendente que hay en las otras pirámides, tiene un singular pasadizo ascendente, un corredor nivelado, dos cámaras superiores y una serie de compartimentos estrechos. A la cámara más alta se llega a través de una gran galería increíblemente elaborada y de una antecámara que se podía sellar tirando de una cuerda. La cámara superior albergaba -y todavía alberga- un inusual bloque de piedra vaciado que resuena como una campana, y que para cuya elaboración se debió utilizar una sorprendente tecnología. Por encima de la cámara hay una serie de espacios bajos y estrechos que amplifican la resonancia.
¿Cuál era su propósito? Sitchin ha descubierto muchas similitudes entre los rasgos particulares de la Gran Pirámide y el antediluviano E.KUR («Casa Que Es Como una Montaña») de Enlil, su zigurat en Nippur. Al igual que la Gran Pirámide, se elevaba en las alturas para dominar la llanura circundante. En épocas antediluvianas, el E.KUR de Nippur albergó el DUR.AN.KI -«Enlace Cielo-Tierra»- y sirvió como Centro de Control de Misiones, equipado con las Tablillas de los Destinos, los paneles de datos orbitales. También albergaba la DIR.GA, una misteriosa «Cámara Oscura» cuya «radiación» dirigía a la lanzadera para que aterrizara en Sippar. Pero todo aquello, todos los misterios y funciones del E.KUR descrito en el relato de Zu, fue antes del Diluvio. El dios Zu quería apropiarse de las “Tablillas de los Destinos”, que no eran otra cosa que cartas estelares. Al final, en una batalla aérea, es derrotado y exiliado.  Cuando se volvió a habitar Mesopotamia y se reconstruyó Nippur, la morada de Enlil y Ninlil fue un gran templo rodeado de patios, con puertas a través de las cuales podían entrar los adoradores. Ya no había ningún territorio prohibido, ya que tanto las funciones relacionadas con el espacio como el mismo aeropuerto espacial se habían llevado a alguna otra parte.


Los textos sumerios dicen que el nuevo, misterioso y sobrecogedor E.KUR, la «Casa Que Es Como una Montaña», se estableció en un lugar distante, bajo la égida de Ninharsag, no de Enlil. Así, el relato épico de un primitivo, aunque postdiluviano, rey sumerio llamado Etana, que fue elevado hasta la Morada Celeste de los anunnaki, afirma que su ascenso comenzó no lejos del nuevo E.KUR, en el «Lugar de las Águilas», es decir, no lejos del aeropuerto espacial. En el «Libro de Job» acadio titulado Ludlul Bel Nimeqi Yo Alabo al Señor de las Profundidades») se habla del «irresistible demonio que ha salido del Ekur» en un país «más allá del horizonte, en el Mundo Inferior [África]». Al no reconocer la inmensa antigüedad de las pirámides de Gizeh o la identidad de sus verdaderos constructores, los expertos se han quedado desconcertados por la aparente referencia a un Ekur lejos de Sumer. De hecho, si se siguen las interpretaciones aceptadas de los textos mesopotámicos, nadie llegó a saber en Mesopotamia de la existencia de las pirámides egipcias. Ninguno de los reyes mesopotámicos que invadió Egipto, ninguno de los mercaderes que comerciaban con él, ninguno de los emisarios que fueron allí enviados, nadie habla de estos colosales monumentos. ¿Cómo es posible?
Los monumentos de Gizeh sí que eranconocidos en Sumer y en Acad. Sitchin sugiere que la Gran Pirámide era el Ekur postdiluviano, del cual los textos mesopotámicos hablan largo y tendido. Sitchin también sugiere que en los antiguos dibujos mesopotámicos se representaron las pirámides tanto durante su construcción como una vez terminadas. Ya se ha indicado a qué se parecían las pirámides mesopotámicas, los zigurats o torres escalonadas. Pero, en algunas de las más arcaicas representaciones sumerias, nos encontramos con unas estructuras completamente diferentes. En unas representaciones podemos ver la construcción de una estructura de base cuadrada y lados triangulares, una pirámide de lados lisos. En otras representaciones se ve la pirámide terminada, con el símbolo de la serpiente, detalle que la ubica claramente en el territorio de Enki. Y aún en otra se dota de alas a la pirámide terminada, para indicar su función, relativa al espacio. Esta representación, de la que se han encontrado varias, muestra a la pirámide junto con otros rasgos sorprendentemente precisos: una Esfinge agazapada de cara al Lago de los Juncos; otra Esfinge al otro lado del Lago de los Juncos, dando soporte a la sugerencia de los textos egipcios de que había otra Esfinge encarada en la península del Sinaí. El nombre del mar Rojo no hace referencia a un verdadero color rojo.
Una hipótesis es que el origen del nombre proviene de un error de traducción de los textos bíblicos del Éxodo al pasar del hebreo al griego. Según esta teoría la traducción correcta sería la de «mar de juncos» (junco en inglés es «reed»), la cual fue confundida con«red» (rojo) en el momento de la traducción.  Tanto la pirámide como la Esfinge cercana están situadas junto a un río, al igual que el complejo de Gizeh, que está situado junto al Nilo. Y más allá de todo esto se ve una masa de agua sobre la cual navegan dioses con cuernos, lo mismo que sostenían los egipcios al afirmar que sus dioses habían venido del sur, a través del Mar Rojo. La sorprendente similitud entre esta arcaica representación sumeria y otra arcaica representación egipcia ofrece evidencias convincentes acerca de un conocimiento común, tanto en Egipto como en Sumer, de la existencia de las pirámides y la Esfinge. Incluso en los menores detalles, como el de la pendiente concreta de la Gran Pirámide,52o, la representación sumeria parece ser precisa. Así pues, la inevitable conclusión es que en Mesopotamia sí que se sabía de la existencia de la Gran Pirámide, por ningún otro motivo más que porque la habían construido los mismos anunnaki que construyeran el E.KUR original de Nippur; y, del mismo modo y con toda la lógica del mundo, también le llamaron E.KUR -«Casa Que Es Como una Montaña». Al igual que su predecesora, la Gran Pirámide de Gizeh tenía unas misteriosas cámaras oscuras y estaba equipada con instrumentos que dirigían a la lanzadera hasta el aeropuerto espacial postdiluviano del Sinaí. Y, para asegurarse de su neutralidad, la Pirámide se puso bajo el patronazgo de Ninharsag.
La solución planteada por Sitchin  ofrece significado al de otro modo enigmático poema que exalta a Ninharsag (Isis) como señora de la «Casa Con un Pico Puntiagudo» -una pirámide: “Casa brillante y oscura del Cielo y la Tierra, para las naves voladoras reunir; E.KUR, Casa de los Dioses con pico puntiagudo; para Cielo-a-Tierra está sumamente equipada. Casa cuyo interior resplandece con la rojiza Luz del Cielo, pulsando un rayo que llega a todas partes; Tan pavoroso que toca la carne. Pavoroso zigurat, noble montaña de montañas- Tu creación es grande y noble, los hombres no pueden comprenderla”. La función de esta «Casa de los Dioses Con Pico Puntiagudo» queda clara más tarde: era una «Casa de Equipamiento» que servía para «bajar a descansar» a los astronautas «que ven y orbitan», un «gran punto de referencia para los nobles Shems» (las «cámaras celestes»): “Casa de Equipamiento, noble Casa de la Eternidad. Sus cimientos son piedras [que llegan] al agua; su gran circunferencia se marca en la arcilla. Casa cuyas partes se han entretejido con habilidad; casa cuyo correcto aullido a los Grandes-Que-Ven-y-Orbitan baja a descansar. Casa que es un gran punto de referencia para los nobles Shem; montaña por la cual asciende Utu. [Casa] a cuyos profundos interiores los hombres no pueden penetrar. Anu la ha magnificado”.
El texto pasa después a describir las diversas partes de la estructura: sus cimientos, «que están pavorosamente revestidos»; su entrada, que se abre y se cierra como una boca, «resplandeciendo con una mortecina luz verde»; el umbral («como la gran boca de un dragón, abierta a la espera»); las jambas de la puerta («como los filos de un puñal que mantiene lejos al enemigo»). Su cámara interior es «como una vulva», custodiada por «puñales que se arrojan desde la aurora hasta el crepúsculo»; su «efusión» -lo que emite- «es como un león que nadie se atreve a atacar». Después se describe una galería ascendente: «Su bóveda es como un arco iris, la oscuridad termina allí; en un estremecimiento envuelta; sus junturas son como un buitre con las garras listas para cerrarse». Allí, al final de la galería, está «la entrada a la cima de la Montaña»; «al enemigo no está abierta; sólo a Los Que Viven, para ellos está abierta». Tres mecanismos de cierre -«el cerrojo, la barra y el pasador… deslizándose en un lugar aterrador»- protegen el acceso a la cámara superior, desde la cual el Ekur «inspecciona Cielo y Tierra, una red extiende». Éstos son detalles que sorprenden por su precisión, cuando se leen en conjunción con lo que ahora sabemos acerca de las entrañas de la Gran Pirámide. Se entraba a través de una abertura en su cara norte, oculta por una piedra giratoria que, ciertamente, se abría y se cerraba «como una boca». Después, desde una plataforma, se encaraba una abertura que daba a un pasadizo descendente, «como la gran boca de un dragón, abierta a la espera». La entrada abierta se protegía del peso de la pirámide por encima de ella con un par de enormes bloques de piedra situados en diagonal, «como los filos de un puñal que mantiene lejos al enemigo», mostrando una enigmática piedra tallada en mitad de la entrada.
Al poco de entrar por el pasadizo descendente, comenzaba el pasadizo ascendente, que llevaba a un pasillo horizontal a través del cual se podía llegar al corazón de la pirámide, una Cámara de Emisiones interior «como una vulva». El pasadizo ascendente llevaba también a una majestuosa galería ascendente, laboriosamente construida, cuyos muros se aproximaban capa a capa a medida que se elevaban, dando la sensación de que las junturas de las paredes eran «como un buitre con las garras listas para cerrarse». La galería llevaba a la cámara superior, desde la cual una «red» – algún tipo de campo de fuerza- «inspeccionaba Cielo y Tierra». Se llegaba a ella a través de una antecámara de compleja construcción, donde ciertamente se instalaron tres mecanismos de cierre, listos para «deslizarse» y «no abrirse al enemigo». Tras describir el Ekur por dentro y por fuera, el texto laudatorio nos ofrece información acerca de sus funciones y de la localización de la estructura: “En este día la misma Señora habla con verdad; la Diosa de las Naves Voladoras, la Gran Dama Pura, entona su alabanza: «Yo soy la Señora; Anu ha determinado mi destino; la hija de Anu soy. Enlil me ha otorgado un gran destino; su hermana-princesa soy. Los dioses han puesto en mi mano los instrumentos de guía de Cielo-Tierra; madre de las cámaras celestes soy. Ereshkigal me asignó el lugar-de-apertura de los instrumentos de guía; el gran punto de referencia, la montaña por la que asciende Utu, me he puesto como estrado».
Si Ninharsag era la neutral Señora de la Pirámide de Gizeh, se tendrá que admitir que también debió ser conocida y reverenciada como diosa en Egipto. Y éste es, ciertamente, el caso; excepto que los egipcios la llamaban Hat-Hor. Los libros de texto nos dicen que este nombre significa «Casa de Horus». Pero esto es correcto sólo superficialmente. La pronunciación de su nombre proviene del jeroglífico Ra, en donde se representa una casa y un halcón, siendo éste último el símbolo de Horus, debido a que podía remontarse en el aire como un halcón. Lo que el nombre de la diosa significaba realmente era: «Diosa Cuyo Hogar Está Donde los ‘Halcones’ Están», donde los astronautas tienen su hogar: el aeropuerto espacial. Después del Diluvio, este aeropuerto espacial estaba situado, como ya hemos dicho, en la península del Sinaí. Así pues, el título Hat-Hor, «Hogar de los Halcones», hubiera requerido que la diosa que lo llevara fuera Señora de la península del Sinaí. Y así es como era, de hecho, ya que los egipcios consideraban que la península del Sinaí era el dominio de Hathor. Todas las estelas y los templos que los faraones egipcios erigieron en el Sinaí estaban dedicados exclusivamente a esta diosa. Y, como Ninharsag en sus años de madurez, también a Hathor se le apodaba «La Vaca» y se la representaba con cuernos de vaca. Pero, ¿fue Hathor también Señora de la Gran Pirámide, tal como hemos dicho de Ninharsag? Pues sí que lo era.
Las evidencias nos llegan a través de una inscripción del faraón Khufu (hacia 2600 a.C.) en una estela conmemorativa que erigió en Gizeh, en un templo dedicado a Isis. Conocida como la Estela del Inventario, tanto el monumento como su inscripción dejan claro que la Gran Pirámide y la Esfinge ya existían cuando Khufu (Keops) comenzó su reinado. Todo lo que este faraón afirmaba haber construido era el templo de Isis, junto a las ya existentes pirámides y la Esfinge: “¡Viva Horus Mezdau. Al rey del Alto y el Bajo Egipto, Khufu, le sea dada vida! Él fundó la Casa de Isis, Señora de la Pirámide, junto a la Casa de la Esfinge”. En su época, por tanto, se consideraba a Isis, esposa de madre de Horus, la «Señora de la Pirámide». Perono fue ella la primera señora de la Pirámide: “¡Viva Horus Mezdau. Al rey del Alto y el Bajo Egipto, Khufu, le sea dada vida! Pues su divina madre Isis, Señora de «La Montaña Occidental de Hathor» él hizo [esta] inscripción en la estela”. Así pues, la Pirámide no sólo era una «Montaña de Hathor» -la homologa exacta de la sumeria «Casa Que Es Como una Montaña»-, sino que también era su montaña occidental, dando a entender que debía haber otra oriental. Y ésta era -lo sabemos por fuentes sumerias- el Har-Sag, el pico más alto de la península del Sinaí.
A pesar de la rivalidad y de los recelos entre las dos dinastías divinas, existen pocas dudas acerca de que el verdadero trabajo de construcción del aeropuerto espacial y de las instalaciones de control y guía, recayeron en manos de Enki y de sus descendientes. Ninurta demostró ser capaz de llevar a cabo obras de represa y de irrigación; Utu/ Shamash sabía cómo comandar y operar las instalaciones de aterrizaje y despegue; pero sólo Enki, el maestro ingeniero y científico que había pasado por todo esto con anterioridad, tenía los conocimientos y la experiencia precisos para planificar las ingentes obras de construcción y para supervisar su ejecución. No existe ni el más mínimo atisbo en los textos sumerios que dé a entender que Ninurta o Utu tuvieran algo que ver con la planificación o realización de obras de construcción relacionadas con el espacio. Cuando, tiempo después, Ninurta le pidió a un rey sumerio que le construyera un zigurat con un recinto especial para su Pájaro Divino, fue otro dios, que acompañaba a Ninurta, el que le dio al rey los planos arquitectónicos y las instrucciones de construcción. Por otra parte, en varios textos se dice que Enki había transmitido a su hijo Marduk el conocimiento científico del que estaba en posesión. Los textos hablan de una conversación entre padre e hijo, que tuvo lugar cuando Marduk fue a su padre con una difícil pregunta: “Enki le respondió a su hijo Marduk: «Hijo mío, ¿qué no sabes?  ¿Qué más puedo darte? Marduk, ¿qué es lo que no sabes? ¿Qué más te puedo dar? ¡Todo lo que yo sé, tú lo sabes!».
Dadas las similitudes entre Ptah y Enki por una parte, y entre Marduk y Ra por otra, no nos debería de sorprender en absoluto que en los textos egipcios se relacione a Ra con las instalaciones espaciales y sus obras de construcción. En esta labor, recibía la ayuda de Shu y de Tefnut, Geb y Nut, y de Toth, el dios de lo mágico. La Esfinge, la «guía divina» que mostraba el camino hacia el este, exactamente a lo largo del paralelo 30, tenía los rasgos de Hor-Akhti («Halcón del Horizonte») -el epíteto de Ra. Una estela erigida cerca de la Esfinge en tiempos faraónicos lleva una inscripción que indica directamente a Ra como el ingeniero («Extendedor de la Cuerda») que construyó el «Lugar Protegido» en el «Desierto Sagrado», desde el cual podía «ascender bellamente» y «atravesar los cielos»: “Tú extendiste las cuerdas para el plano, tú diste forma a las tierras…Tú hiciste secreto el Mundo Inferior… Tú te has construido un lugar protegido en el desierto sagrado, con nombre oculto. Tú ascendiste por el día enfrentándoles… Te elevas bellamente…Cruzas el cielo con un buen viento…Atraviesas el cielo en la barca celestial…El cielo está jubiloso, la Tierra grita de alegría. La tripulación de Ra ensalza cada día; él emerge en triunfo”. Los textos egipcios afirman que Shu y Tefnut ayudaron a Ra en sus ingentes obras relacionadas con el espacio, «sosteniendo los cielos sobre la Tierra». El hijo de ambos, Geb, «amontonar, apilar», se entregó, según los expertos, a obras que tendrían que ver con eso, apilar; un sugerente indicio de que pudo ser él el encargado de la construcción de las pirámides.

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